Construyendo nuevas cosmogonías culturales

El arte a través de la pintura plasma una relación vital entre el hombre y el universo que lo rodea, entre el yo subjetivo y su cosmogonía universal.
Lo paradójico de la razón que por un lado exalta la iluminación del hombre, también libera la más absoluta monstruosidad sobre la naturaleza de nuestro mundo subjetivo y cultural.
El proceso creativo se inicia para estas artistas a partir de la utilización de las diversas maneras de representar el paisaje y la arquitectura como parte de un todo que se desarrolla en el tiempo.
El tema del vacío juega un rol preponderante en estas obras. El vacío, como espacio generador de movimiento: como escribe Esteban Ierardo “… el Oriente ha pensado el vacío como el nervio más profundo de la realidad. Lo vacío es matriz creadora, fuente y manantial…” . Así es como estas dos artistas nos presentan sus obras.
Marcela De Luca hace una mirada al mundo racionalista de la modernidad haciendo referencia a la tradición grecorromana pasando por el renacimiento donde el pensamiento y la razón se conjugan en los ideales de la arquitectura. Ella dialoga con imágenes superpuestas que cuestionan al hombre de hoy, perturbado, salido de su eje. Este hombre que construye lo inhumano. En una de sus obras toma como ejemplo al rascacielos Burj en Dubai, con un total de 800 metros de altura, distribuidos en 160 pisos que es inaprensible desde la mirada del sujeto que contempla la belleza artificial y lo contrapone con la figura de San Francisco de Asís de Giotto. El hombre contemporáneo siente que está fuera de su eje, alejado de sus arquetipos, de sus modelos. La arquitectura representa los ideales del hombre, es ese espacio construido que vivifica su interior, su ser, y su querer ser en el mundo. Es el caos que busca el orden y es el orden que busca el caos. Hay un espacio donde se deberían encontrar con esa utopía original, donde el hombre y la naturaleza puedan contenerse mutuamente anhelando el equilibrio que vivifica el alma y retomando aquel dialogo entre Platón y Aristóteles en la pintura La escuela de Atenas de Rafael; el primero indicando el cielo, aludiendo al mundo de las ideas y el segundo señalando hacia la tierra, el mundo material.
Verónica Vidal Maehara construye una cosmogonía desde un paisaje donde habitan iconos populares argentinos y seres míticos de Japón. Tradiciones que empujan en la mente y quieren salir a la luz. Estas son exteriorizaciones del encuentro de culturas que la preceden. Aquí juega un papel importante la pintura porque representa ese vacío primordial, original donde interactúan y se relacionan el cielo, la tierra y el hombre en su búsqueda por unir cada parte con el todo. Fragmentos de espacios naturales sin tiempo donde intervienen personajes que parecen ser invitados a la reunión del encuentro de un todo que se vincula para poder ser. Sus personajes están en movimiento en un espacio atemporal haciendo hincapié en el uso del dorado como contenedor de su tradición particular que dialoga con lo universal y sagrado que florece como el árbol de Sakura. Ante ese florecimiento está la experiencia del despertar y el de dar cuenta de que todo es uno. Flor efímera y abundante que se dispersa por el viento en primavera y sus pétalos danzan por el espacio dibujando siluetas. Fragmentos de sueños que se hacen presente en el consciente para ser reales a una cosmovisión propia.

Para estas dos artistas la apropiación de las imágenes es una de las estrategias que utilizan para indagar, cuestionar, describir o dar cuenta de nuestra contemporaneidad. La escuela de Atenas de Rafael, La danza del tiempo de Poussin, los iconos populares de la historieta como El Eternauta, Patoruzú, Superhijitus, son algunas de las apropiaciones que podemos ver en sus obras y como dice Arthur Danto en su caracterización del arte posthistórico en donde habla de la libertad de los artistas con su historia, con las imágenes y con sus museos como opción viva después del fin de los grandes relatos de la modernidad como la mimesis y la abstracción.
Lic. María Alejandra Sculli